Abanico en mano


Colores chillones, flores como si colgaran del cielo, cientos de personas revoloteando por estrechas calles, tapices que son obras de arte y toldos blanquecinos que dan sombra mientras marcan el camino. Así es Toledo durante el Corpus, una ciudad preciosa que en estas fechas tiene el guapo subido. Ms. Monk como fiel admiradora de su ciudad ha acudido un año más a la procesión del Corpus, como no, con su complemento fetiche: EL ABANICO

Aunque muchos detalles de esta tradición no entiendo, mi corazón sin saber por qué se estremece. La gente se emociona mientras se le cae alguna lagrimilla al pasar La Custodia, los turistas hacen fotos a esta estampa tan atípica en su país, mujeres a lo “Santa Teresa de Jesús” pululan por la procesión y los músicos hipnotizan a todos los presentes con una melodía de ángeles. Así Ms. Monk no tiene más remedio que emocionarse. Abanico en mano, asomada en un balcón mientras el sol le acecha, contempla anonadada este cuadro tan pintoresco, que año tras año admira más.



Para ir acorde con este día, por supuesto el outfit de Ms. Monk no podría ser otro que un vestido de flores y su abanico en encaje de Bruselas. Mientras lo mueve a su antojo (ni idea del lenguaje del abanico…) ¡Ms. Monk se siente toda una dama!
Hay que recordar que en el siglo XIX el abanico se convirtió en un auténtico parapeto de todo un repertorio que iba desde las sonrisas ingenuas, hasta auténticas declaraciones de enamorados. Como no tengo ni idea de utilizarlo, ni de soltar ninguna sonrisa ingenua (en estos momentos de mi vida…), lo muevo a mi antojo. A MI MANERA.
Vestido: Mango
Bolso: Vintage (de mamá Monk)
Abanico en encaje de Bruselas: de Bruselas (of course!)

Pero sinceramente, el abanico da mucho juego. Yo lo llevo siempre en el bolso, ¿y vosotras…?

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